El temor al peligro inminente de infecciones por múltiples patógenos (acreditados o desconocidos “emergentes”) ha paralizado a una gran parte de la sociedad. Con la excepción de una honorable minoría, los científicos, los médicos y las autoridades sanitarias claudicaron ante el relato de acecho y de total indefensión del ser humano, avalando la supuesta necesidad de múltiples inmunizaciones preventivas. Las mujeres que están gestando, los bebés, los niños y los adolescentes son rehenes de calendarios forzados e incuestionables y resultan verdaderas víctimas inocentes de la inoculación reiterada de productos tóxicos bioacumulables, cuyos efectos impactan negativamente en las tasas de fertilidad y natalidad, y comprometen seriamente la salud materno-infantil.